JESÚS, VEN A MI CASA
Zaqueo se acercó a Jesús por curiosidad, sólo para conocerle. Pero se encontró con la sorpresa de que era Jesús quien le buscaba a él. Al cruzar las miradas, Zaqueo se sintió otro hombre, pues se sintió amado. Zaqueo tenía en su interior un tesoro que desconocía tener.
Para tener experiencia de Dios, es necesario acercarse a ÉL. Sí, leer o escuchar la Palabra de Dios, vivir en Gracia de Dios, integrarse más y más en la vida de la Parroquia, orar cada día, etc.. nos permite encontrar a Jesús que nos busca, incluso antes de que nosotros le busquemos a Él.
La experiencia del AMOR con que Zaqueo fue mirado por el Señor, le hizo comprender que su Amistad valía más que todas las demás cosas en las que hasta entonces había puesto su esperanza.
Al recibir a Jesús en su casa, fruto del cambio que se produjo en su corazón, expresó su agradecimiento devolviendo lo robado y dando la mitad de sus bienes a los pobres. Del mismo modo, nosotros sabremos que hemos pasado de la muerte a la vida, es decir a una auténtica vida cristiana, si amamos a los hermanos, y no meramente de boca.
El encuentro con Jesús, supuso en la vida de Zaqueo la liberación del corazón de su esclavitud al TENER-PODER-PLACER, y una liberación de la tristeza en que estaba sumido su corazón.
Al ir nosotros a MISA, debemos descubrir la mirada amorosa del Señor que nos invita a bajar y abandonar nuestra tibieza y egoísmo que nos impide descubrir nuestros pecados y quizá acudir al sacramento de la Penitencia. Jesús quiere hospedarse en la casa de nuestro corazón si escuchamos con interés la Palabra de Dios y recibimos adecuadamente la Comunión.
Desde nuestro blog, queremos felicitar y dar la enhorabuena a D. Francisco Conesa, sacerdote de nuestra Diócesis, que durante 16 años fue nuestro Vicario General.
El sacerdote Francisco Simón Conesa Ferrer ha sido nombrado obispo de Menorca
PARROQUIA NTRA. SRA. DEL CONSUELO ALTEA
ESCUELA DE FORMACIÓN CRISTIANA PARROQUIAL
TEMA 7.- LA FE Y LA CONVERSIÓN: RESPUESTA DEL HOMBRE AL EVANGELIO
¿Qué significa la palabra “creer” en su sentido humano?
La fe, es ante todo, un fiarnos de Dios, porque amor con amor se paga y porque el amor, el sabernos amados, nos invita a la confianza. La conversión nos debe llevar a desandar más de un camino para volvernos hacia Dios, dejando que Dios sea Dios en nuestra vida y a reconocerlo como el Dios vivo que nos lleva a transitar por caminos desconocidos.
Pero ¿qué es creer? El verbo “creer” y el sustantivo “fe” se usan con una gama de significados que van desde la mera opinión hasta la más firme convicción. Lo que caracteriza el creer como opinión es no fundarse en razones intrínsecas o en la observación directa. Muchas de las creencias-opiniones se fundamentan en el testimonio de los demás. Entonces la solidez de la creencia tiene la fuerza de quien la respalda o testifica. Otras veces la palabra “creer” expresa una firme convicción, un alto grado de confianza. La creencia-convicción supone un fundamento sólido en el que se apoya.
En este sentido meramente humano tener fe es creer en algo o alguien, confiar en él. Bajo este aspecto todos los hombres son creyentes: tienen alguna fe. Desde este horizonte de fe humana, originaria y universal, podemos entender qué es lo específico de la fe cristiana.
La fe y la conversión, respuesta al anuncio del Evangelio.
Mc 1,14-15; Lc 4,43. Ante el Reino de Dios la actitud del creyente es orar para que venga. Pedro, tras el acontecimiento de Pentecostés proclama solemnemente el acontecimiento de la resurrección del Señor: “Dios, sin embargo lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte”. Hch 2, 24.
La respuesta a este anuncio por parte de los que lo acogen es la conversión: “¿Qué tenemos que hacer?” le preguntan a Pedro, que responde: “Convertíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo para que se perdonen vuestros pecados. Entonces recibiréis el don del Espíritu Santo”. Hch 2, 37-38
La fe cristiana, respuesta a Dios que se revela.
A esta revelación por aprte de Dios corresponde de parte de los hombres la “fe”. La fe implica muchos aspectos: conocimiento del evento salvífico acaecido en Cristo, confianza en la palabra divina, sometimiento obediente y entrega personal de sí mismo por parte del hombre, comunión de vida con Cristo, tensión a la plena unión con Él después de la muerte… La fe cristiana es el “sí” integral del hombre a Dios que se le revela y comunica como su salvador en Cristo
La fe en el Antiguo Testamento.
En el A.T. Se expresa la fe de muchas maneras: actitud de confianza, seguridad, obediencia, esperanza, etc.. Sólo en Dios, que Isaías llama con el nombre de “Dios del amén” Is 65, 16, puede el hombre encontrar un seguro apoyo. El A.T. Habla de Dios como la roca sólida sobre la que el hombre puede construir. “La confianza será vuestra fuerza” Is 30,15. La segura confianza en Dios comporta el conocimiento y el reconocimiento de su potencia salvadora manifestada en la historia. Creer es establecer con Dios una relación que incluye todo el hombre.
La fe en el Nuevo Testamento.
En el N. T. el verbo “creer” y el sustantivo “fe” son las expresiones más importantes y llenas de contenido para caracterizar la relación del hombre con Dios. El sentido más específicamente cristiano de la fe se refiere a lo que se ha cumplido en Cristo para la salvación de los hombres y que la predicación cristiana proclama (kerigma): creer significa aceptar el testimonio de Jesús, el crucificado resucitado, y esta aceptación incluye el “SÍ” a los hechos anunciados, y al mismo tiempo, y esto es esencial, el “SÍ” a estos hechos como acontecimiento de salvación.
Otro rasgo característico de la fe es instaurar una solidaridad de vida del creyente y Cristo resucitado, en el presente y en el futuro. Creer, según san Pablo, significa rechazar que la salvación sea una conquista o un logro del hombre: es pura gracia de Dios por medio de Jesucristo. Rom 4,3.16-22: Gal 2,6.
Para profundizar de un modo más personal.
1.- No podemos convertirnos sin la experiencia vital de la gracia de Dios.
2.- La fe está llamada a presidir y unificar nuestra vida entera.
3.- Nuestro compromiso en este itinerario formativo ha de llevarnos a una fe viva.
La conversión supone dos aspectos:
acoger a Dios que nos ama
renunciar a la esclavitud de nuestras tendencias egoístas, cambiando nuestra vida en consonancia con la forma de vivir que nos presenta Cristo en el Evangelio.
TODO EL QUE SUBE, BAJA
Dos formas de entender cuál debe ser la actitud del discípulo de Cristo nos ofrece el Evangelio de este domingo. El fariseo, muy satisfecho y seguro de sí mismo que pone ante Dios sus obras, su cumplimiento estricto de la Ley y su desprecio, a los que según él, son pecadores. Y el publicano, pecador público, despreciado por todos a causa de su pecado, pero que acude al Templo arrepentido y humillado.
¿Cuál de las dos actitudes es la nuestra? Corremos el riesgo de creernos superiores a los demás por el hecho de ser creyentes y “practicantes”. ¿Juzgamos con dureza a los que consideramos “alejados y pecadores?
La Palabra de Dios nos advierte que “todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Seguir a Jesucristo es, vivir en actitud humilde y acogedora, aceptar de corazón a los que no piensan ni actúan como nosotros; se nos pide aceptar y comprender que el “otro” puede equivocarse, porque yo también me equivoco y peco.
No nos creamos mejores que los demás o despreciemos a los que “no son de la Iglesia”. No podemos caer en la tentación de querer estar sin pecado para arrojar piedras, pues el único que puede juzgar es Dios y su juicio es de amor y misericordia.
Sepamos caminar en la vida con humildad y sencillez sin creernos superiores a los demás y al final de la vida podamos decir: “He combatido bien mi combate, he corrido hacia la meta, he mantenido la fe”.
Saldremos de Misa justificados por la misericordia de Dios, si hemos sido capaces de vivir en humildad, lejos de la vanidad y del orgullo humano acogiendo y apoyando a los hermanos que sufren cualquier tipo de opresión, aunque sean, digamos, distintos.
PARROQUIA DE NTRA. SRA. DEL CONSUELO – ALTEA
ESCUELA DE FORMACIÓN CRISTIANA PARROQUIAL
TEMA 6.- JESUCRISTO, EN SU MISTERIO PASCUAL NOS REVELA
LA DIGNIDAD Y VOCACIÓN DEL HOMBRE.
En la Pascua que vivió Jesús por amor a los hombres se manifiesta el hombre perfecto.
GS 22. Dios es amor y nos ama. Por la fe en Jesucristo se restaura internamente todo hombre, que es llamado por Dios a conformarse con la imagen de su Hijo, especialmente en el amor ya que en Jesús estamos llamados a amar a Dios y a las demás personas “como él nos ha amado”.
El hombre se realiza amando a los demás como Jesús ¡a todos! y ¡siempre! ¡incluso al enemigo!, pero este amos no es una mera exigencia ética, sino que es fruto de la gracia y de nuestra cooperación con ella. Sin experimentar renovadamente el Amor de Dios no podemos ¡aunque queramos! amar a los demás como Cristo les ama.
La dignidad sublime de la persona humana.
En Jesucristo, en su misterio pascual, descubrimos con la mayor profundidad la dignidad inviolable de cada persona humana. ChL 37.
¿En qué consiste esta dignidad? Entre todas las criaturas de la tierra, sólo el hombre es “persona”, sujeto consciente y libre y, precisamente por eso, “centro y vértice” de todo lo que existe sobre la tierra. El hombre vale no por lo que “tiene”, sino por lo que “es”.
La persona humana a la luz del Misterio Pascual.
Para los cristianos no es suficiente la valoración de la persona que nos ofrece una concepción ética o simplemente humanista del hombre como un ser consciente, inteligente y libre, sujeto de derechos y de deberes inalienables.
En cada hombre por el mero hecho de nacer, más aún, por el hecho de ser concebido, se ha iniciado ya un proceso de salvación, en el que Dios ha tomado la iniciativa. De acuerdo con el Plan de Dios cada hombre está llamado a su plena y total realización, sin que nadie tenga derecho a impedírselo.
La dignidad y el valor trascendente del hombre es uno de los principios fundamentales que profesamos los cristianos. Creemos en el hombre como creemos en Dios y en Jesucristo, el Señor que al hacerse hombre dignificó a todo hombre. La dignidad del ser humano, por consiguiente, es tal que siempre debe ser sujeto y fin y nunca medio ni instrumento para nada: ni en la política, en la economía, etc…
Creado por Dios s a su imagen y semejanza, y redimido por la sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser “hijo en el Hijo” y templo vivo del Espíritu, estando destinado a la vida eterna en comunión con Dios. De ahí, que toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios, y se configura como ofensa hecha al mismo Creador del hombre.
Igualdad de todos los seres humanos en su dignidad.
La dignidad personal constituye el fundamento de la igualdad de todos los hombres entre sí. Por ello son absolutamente inaceptables las variadas formas de discriminación que, por desgracia , continúan dividiendo y humillando la familia humana: raciales, económicas, sociales , culturales, políticas, geográficas, etc…
Solidaridad de los seres humanos.
La dignidad personal es propiedad indestructible de todo ser humano. Es fundamental saber que se basa en el carácter único e irrepetible de cada persona: alguien eternamente ideado y eternamente elegido. En consecuencia, persona, cada persona nunca puede quedar reducida a todo aquello que lo querría aplastar y anular en el anonimato de la colectividad, de las instituciones, de las estructuras. En su individualidad, la persona no es un número, no es un eslabón más de una cadena, ni un engranaje del sistema.
La persona human es social en cuanto que es llamada, desde lo más íntimo de sí, a la comunión con los demás y a la entrega de los demás. El amor a las personas reclama siempre servicio a cada persona y servicio a todos los hombres, poniendo siempre en primer lugar a los pobres y a los que sufren por cualquier motivo.
La vocación del hombre: amar a Dios, que nos rescata de nuestros ídolos.
Creer en Dios significa reconocer no sólo su poder y su sabiduría como creador sino también su amor como Padre. Mt 22,37; Dt 6,5. La fe en Dios libera de los ídolos: el éxito, el poder, el dinero, el placer, la fama, el progreso, la ciencia, la técnica, la ideología, la nación….
La cultura moderna despojada de la fe, tiende a idolatrar al hombre. El hombre, convertido en ídolo, como constructor de sí mismo y de su mundo, se siente inclinado a ponerlo todo al servicio de su “yo”, o de su grupo. Estas tendencias llevan a subordinar al propio interés de los demás, y si es preciso a destruir o poner en peligro a la naturaleza o a menospreciar la dignidad o los derechos fundamentales de los demás hombres. (Cántico de las criaturas…).
En Jesucristo conocemos nuestra vocación de hijos de Dios y de hermanos.
En la persona de Jesucristo la Alianza de amor de Dios con el hombre llega a una intimidad insospechada: Dios y el hombre se hallan unidos en Jesucristo, sin confundirse, de un modo inseparable. Jesús resucitado es a un tiempo “imagen de Dios invisible” Col 1, 15; GS 22.
Este “gran Dios nuestro, humillado y crucificado” es más amigo del hombre que el hombre mismo. El primer mandamiento es “amar a Dios con todo tu corazón… y al prójimo como a ti mismo” Mt 22,39; Dt 6, 4-5. El Dios crucificado nos muestra que el amor a Dios es inseparable del amor al hombre. Son inseparables porque Dios y el hombre están inseparablemente unidos en Jesucristo hasta la muerte.
Todo hombre tiene un motivo supremo para amarse a sí mismo; Dios le ama y está con él en su dolor. Ahí radica la fuente inagotable del amor al prójimo “como a uno mismo”. La muerte de Cristo por nosotros nos hace verdaderamente hermanos en aquella sangre, la del Hijo, que “habla mejor que la de Abel”. Hb 12, 24; Mt 25, 40.
El misterio de la Pascua del Señor es la realización suprema del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo hacia todos los hombres. Se hace presente en la Eucaristía.
MIRADA CREYENTE.– Muchos viven como si Dios no existiera; incluso bastantes que se consideran cristianos, o no creen en la vida eterna o la contemplan de modo superficial no constituyendo el centro y la meta desde el que su vida vibra ya ahora por la vida perdurable…
Hay quienes miran el cristianismo como una religión que sólo debe expresarse en el ámbito privado, sin consecuencias en la vida personal o social. No importa demasiado que se pisoteen los derechos de las personas.
REFLEXIÓN CREYENTE.- Cuanto más vivamos la fe, tanto más nos sitúa en un plano distinto a cualquier planteamiento humano, a cualquier filosofía e ideología, incluso ante nuestros propios planteamientos personales. No se trata de justificar con el Evangelio lo que nosotros pensamos, sino de dejarnos transformar por él.
El cristianismo no es una mera relación individual con Dios, sino que implica la valoración teórica y práctica de la dignidad y vocación divina del hombre. Por eso el anuncio del Evangelio es inseparable del amor y el servicio a todo hombre y del esfuerzo por hacer un mundo más humano y más acorde con el Plan de Dios.
COMPROMISO CREYENTE.- Vamos a concretar unos compromisos que vayan dirigidos, no tanto a hacer cosas, como a experimentar la fuerza insuperable que el Amor de Dios en nosotros tiene para cambiar nuestra vida. Observar las reticencias espontáneas que hay en cada uno para acoger a Dios en nuestra vida.
EL pasado Domingo 16 de octubre iniciamos en la Parroquia la Primera Eucaristía con niños. Ofrecemos a nuestros lectores del blog algunas imágenes de la Misa.
NUEVAS DUCHAS PARA TRANSEÚNTES
El pasado domingo, con la presencia del Sr. Alcalde de Altea, D. Jaume Llinares y de la Sra. Concejala de Extranjeros y Participación Ciudadana, Dña. Beatriz González, Cáritas Parroquial de Ntra. Sra. del Consuelo inauguró un nuevo servicio para transúntes y “sin techo”.
Tras unas palabras del Párroco, D. José Abellán y de la Presidenta de Cáritas Parroquial, Dña Fina Ferrer, se procedió a la Bendición de unas sencillas instalaciones ubicadas en la Parroquia que cuentan con servicio de baño, ducha y de ropero con el objeto de que aquellas personas que están en la calle y van de paso por nuestra ciudad, puedan tener la oportunidad de ducharse y cambiar de ropa, para seguir su camino con mayor dignidad.
De este modo, nuestra Cáritas Parroquial, además de los servicios de atención primaria, escucha, alimentación, ropero, apoyo en pequeñas facturas de electricidad, gas, agua y medicinas a familias necesitadas de nuestra ciudad, amplia su servicio a quienes van de paso y carecen de techo y de las mínimas condiciones de higiene. Cáritas expresa su gratitud a voluntarios, donantes y a cuantos han hecho posible que este proyecto se viera realizado.
FUERTES EN LA DEBILIDAD DEL TESTIMONIO
Ser tolerante significa aceptar a las personas, como hijos de Dios, aunque su modo de pensar y de actuar no sean aceptables moralmente. En cambio ser permisivo, es estar dispuesto a aceptar como bueno cualquier modo de pensar y de comportamiento, aunque sea mentira y opuesto al bien.
No podemos decir que está BIEN lo que está MAL, pensando que somos muy “modernos” y caritativos, si en eso faltamos a la verdad. La segunda lectura de la Misa de este domingo nos pide que seamos “fieles a la verdad” recibida con la FE, pues es Dios mismo, que en Cristo, nos revela la VERDAD.
La verdad acerca de lo que es bueno y justo, es rechazada hoy, e incluso combatida por la mentira de las ideologías laicistas, secularistas, materialistas y relativistas. El cristiano, como el Pueblo de Israel en la primera lectura de la Misa de hoy , debe sentirse comprometido en el “campo de batalla” de la vida pública y social, actuando con conciencia cristiana, y como Moisés, confiando en el poder de la oración.
Ante la injusta orientación social en que vivimos, además del deber de “mojarse”, el cristiano también debe actuar como la viuda del Evangelio, insistiendo delante del Señor con oración perseverante.
Hemos de convencernos en el poder de la oración, sin olvidar que su eficacia también depende de nuestra entrega personal al Señor, como Moisés con los brazos en alto, sin cansarnos. Oración y Sacrificio son la fuerza principal en el combate por el Reino de Dios.
Ofrecemos a nuestros lectores la carta que el obispo de Guantánamo-Baracoa (Cuba), Monseñor Wylfredo Pino ha enviado a nuestro Párroco donde le expresa las consecuencias del paso del huracán Matthew por su Diócesis.
Esta Diócesis es la que D. José Abellan suele visitar frecuentemente con diversos tipos de ayudas y colaboración: medicinas, material catequético y pastoral, etc.
SOBRE EL PASO DEL HURACÁN POR LA DIÓCESIS DE GUANTÁNAMO-BARACOA
Mons. Wilfredo Pino Estévez
Verdaderamente no sé cómo empezar a describir lo vivido en estos días. Es verdad que tenemos grabadas en nuestra retina imágenes difíciles de describir, pero también ¡es tanto lo que tenemos que agradecer a mucha gente preocupada y ocupada, que han estado rezando y rezan por nosotros, que han prometido ayudas o las han enviado ya!
Mi memoria vuela hacia el 15 de agosto pasado, fiesta de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa… ¡Quién iba a imaginarse que 50 días después de ver nosotros aquellos lindos fuegos artificiales que cerraban los festejos por el cumpleaños 505 de la ciudad primada de Cuba, un huracán categoría 4, al que todos añadieron muchas veces el calificativo de “poderoso”, iba a llenar la ciudad (y varios municipios más) de escombros y de casas sin techo!
Realmente, los destrozos han sido grandes. Muchísimas matas de palma y de coco han perdido todas sus hojas. Mirándolas en las montañas parecen algo así como blancos cigarros puestos de pie. Los demás árboles tienen solamente troncos y ramas porque sus hojas ya no existen. Y ¡cuánto daño han recibido las casas! En los municipios de Baracoa, Maisí e Imías han quedado muchas, muchas de ellas sin techo y no pocas totalmente destruidas. Y todo ese horror se ha vivido en unas pocas horas de la noche del martes 4 de octubre. Escuchando los testimonios de las personas, pensaba en el himno de la Oración de la Mañana que comienza con el verso: “La noche, el caos, el terror…” Eso fue lo vivido por tantos hermanos nuestros.
Desde que tuve noticias de los enormes daños, di gracias a Dios porque no se hablaba de víctimas mortales porque, viendo ahora lo sucedido, era para que hubiese habido unos cuantos fallecidos. Menos mal toda la gente que fue evacuada a tiempo o los que se refugiaron en cuevas o en los conocidos “vara en tierra” (me dicen que sólo en uno de ellos había 32 refugiados). Algunos no salieron de sus casas pensando que serían resistentes y menos mal que no se equivocaron. Lo que sí quedó demostrado es que resistieron las casas que tenían sus techos de placa. Me dio alegría ver cómo quedó intacta la nueva iglesia de los Adventistas del Séptimo Día en la carretera a Sabana. Hasta hace muy poco era de madera y techo ligero pero ahora la han construido de bloques y con techo de hormigón. Allí pasaron el ciclón, y se salvaron, varias decenas de personas.
A la mañana siguiente del paso de Matthew, exactamente a las 6 menos cuarto de la mañana, salimos Chebita (misionera en Imías), el chofer Mario y yo con el propósito de llegar a las comunidades afectadas. Al llegar al lugar conocido como el Bate-Bate (camino junto al mar) la carretera estaba destruida y la furia del mar había arrojado montones de arena y piedras de distintos tamaños que impedían el paso. Cuando nos cansamos de apartar piedras para que el carro pasara, tratamos entonces de tomar un terraplén cercano… y nos atascamos. Demoramos tres horas en salir del atasco. La ayuda para ello vino de tres hombres que pasaban en una motoneta. No se nos olvidará nunca su gesto porque se empaparon con la lluvia que caía y se enfangaron. Dios les pague. Pudimos entonces continuar y visitar las comunidades de San Antonio, Imías y Cajobabo y compartir con sacerdotes, religiosas y laicos. En Cajobabo, alguien nos hace saber que en una casa de placa habían pasado el ciclón 75 personas. Y allí llegaron las primeras lágrimas recogidas: una señora que conozco lloraba, junto con su nieta, porque habían perdido el techo y sus “cuatro” cositas. La realidad era que, a medida que nos acercábamos a Baracoa, los daños se veían mayores.
Que si la fuerza de un huracán categoría IV es enorme, bastaría con mostrar la foto de una enorme ceiba junto a la carretera con la que, no pudiendo el huracán arrancarla de raíz porque seguramente la mata le ofreció resistencia, entonces ¡la partió por la mitad! También podría enseñarse el estado en que se encontraba la conocida loma de La Farola: ayer contamos 21 derrumbes aún por limpiar por lo que supongo que habrán sido unos 30, o lo que es lo mismo: uno por kilómetro. O mostrar la teja de zinc que se clavó en la mata de naranjas de la casa (ahora sin techo) del Diácono Carreño en Baracoa. Por supuesto que me recordó la foto de aquella palma (en Batabanó) atravesada por una frágil tabla de pino durante el huracán del 20 de octubre de 1926…
A Baracoa llegamos porque Dios puso su mano y también por otras manos solidarias. Al comenzar a subir La Farola había muchas piedras en el camino. Las íbamos apartando con las manos y así la máquina avanzaba. Detrás de nosotros llegaba otro automóvil donde venían autoridades de la provincia y del país. Junto perseguíamos el mismo objetivo: llegar a Baracoa. Un poco más adelante había un grupo de trabajo esperando a las autoridades con moto-sierras, etc. Y empezaron a abrir camino. Nos pusimos al final de la caravana. Y así fuimos avanzando hasta llegar casi a Baracoa. Un enorme derrumbe hizo imposible el continuar. Pero vinieron desde Baracoa a buscar a las autoridades y me invitaron a que, si quería, podía también pasar a pie el derrumbe e ir para la ciudad en alguno de los jeeps que habían venido. Como mi objetivo era llegar a Baracoa aunque fuera a pie, no lo dudé un instante. Gracias a ese gesto pude llegar a Baracoa. A la entrada de la ciudad, ya empecé a ver los daños. Nuestra iglesia de Cabacú, dedicada a la Virgen del Carmen, estaba en el suelo. Solo había quedado en pie la pared del fondo. Finalmente pude entrar en la Casa Parroquial de Baracoa a la una y treinta de la madrugada, casi 20 horas después de haber salido de Guantánamo destino Baracoa.
A la mañana siguiente, viendo los destrozos ocasionados, trataba de darme ánimo repitiendo lo que responden los fieles en cada Misa cuando el celebrante les dice: “Levantemos el corazón”, y ellos responden: “Lo tenemos levantado hacia el Señor”. Era éste mi deseo profundo: Levantar mi corazón hacia Dios para tener luego fuerza para ayudar a que los afectados también levantaran sus corazones.
Más que otras veces, y ante la frustración que da el sentirse impotente y no poder arreglar todo lo dañado que uno va descubriendo, acudí a la oración de intercesión. Me venía mucho a la mente el episodio de Moisés intercediendo con los brazos en alto mientras el pueblo libraba aquel combate (Ex. 17). Cuando Moisés bajaba los brazos (dejaba de rezar, digo yo) el pueblo empezaba “a perder”. Y por eso los ayudantes de Moisés buscaron piedras para ponerlas debajo de los codos de Moisés para que él pudiera mantener sus brazos en alto. Es lo mismo que les he pedido a los que he encontrado: que ayuden en todo lo que puedan pero que no se olviden de la gran fuerza de la oración intercesora.
Conocidos “por arribita” los daños en los municipios de San Antonio, Imías y Baracoa, solo faltaba pasar a Maisí. A este último municipio pude llegar finalmente, en el día de ayer. Antes había intentado dos veces pero las dos carreteras de acceso estaban colapsadas: una por un puente roto y la otra por estar llena de árboles y postes del tendido eléctrico caídos (son más de 1,000 en la provincia, según el periódico). Ciertamente, me imaginaba que iba a encontrar lo peor porque, según mis pobres cálculos, por allí debió pasar el lado derecho del huracán (que según se ha explicado es el de mayor fuerza). Realmente eso fue lo que encontré. Creo no exagerar si afirmo que Maisí está destruido. Hay imágenes de casas desplomadas que recuerdan las fotos que todos vimos de cuando el terremoto en Haití.
Pudimos visitar Sabana, La Máquina, La Yagruma y la Punta de Maisí. Todo estaba tan destruido y tantos árboles desaparecidos que parecían lugares donde nunca habíamos estado. ¡Tanto había cambiado su aspecto!
El periódico Venceremos habla hoy de un 80% de las viviendas afectadas allí.
Nos dedicamos a levantarle el alma a la gente. A escucharles contar lo vivido y escuchar de sus labios el agradecimiento a Dios por estar vivos “que es lo más importante porque lo material se arregla”… Como siempre, aprendí muchas cosas de la gente sencilla. Sin bajarme de la máquina conversaba con una familia a la que no le dimos nada material, solo nuestros oídos y nuestro aliento. Cuando nos íbamos, el jefe de la familia nos pidió: “Vuelvan otra vez”.
En eso está ahora nuestra Iglesia. Volviendo una y otra vez. Localizando las personas vulneradas por su enfermedad, su invalidez, su vejez, para llevarles un poco de aliento y un poco de comida: una sopa, un arroz, unas galletas con guayaba.
¡Qué optimismo el de los cubanos! Comenté que las matas de malanga habían perdido las hojas y estaban destruidas. Y fue una mujer de allí la que añadió: “Seguro que ahora van a salir más bonitas las malangas”…
En circunstancias como la vivida, pasa lo mismo que en los hospitales: el dolor une. La gente se vuelve más solidaria. Me contaron que durante el paso del huracán, protestantes y católicos refugiados en el mismo lugar habían rezado juntos por primera vez en ese pueblo. Igual pasaba con personas que estaban distanciadas unas de otras.
También una señora nos contaba que, mientras el huracán hacía de las suyas, “nosotros alabamos al Señor y cantábamos y rezábamos para que nos dejara con vida aunque todo se destruyera”.
Hay hechos que también me “levantaron” el alma:
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Encontrar a los sacerdotes y religiosas visitando a la gente…
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El ejemplo de un motorista que traía un pasajero. Al llegar, éste último se quita el casco y le va a dar los diez pesos. Y el dueño de la moto se negó a cogerlos. ¡No se quería aprovechar de la desgracia de otros!
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También “levantaba” el alma ver, avanzando por la carretera con la bandera cubana delante, a varias caravanas de camiones de la Empresa Eléctrica y de Teléfonos de otras provincias que venían en ayuda de sus hermanos de la provincia guantanamera.
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O escuchar a aquel jefe de una brigada de eléctricos que, al pasar yo y saludar, me pidió: “Obispo, rece por nosotros, que estamos trabajando con corriente”.
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O también oír el grito de aquella mujer, cuando íbamos camino del Jamal que nos lanzó una sola palabra que se nos ha convertido en una orden: “¡Ayúdennos!”
Luego de conversar con los sacerdotes y la superiora de las religiosas de Baracoa, les he pedido varias tareas para estos primeros días:
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Estar con la gente allí donde están. Recoger sus lágrimas. Levantarles el corazón. Darles esperanza. Hacer lo que hicieron y decir lo que dijeron los apóstoles: “No tenemos ni oro ni plata, pero lo que tenemos se lo damos” (Hech 3, 6).
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Darles comida a los que tienen hambre. Ayer, por cierto, recogimos a un hombre que iba a pie por la carretera en busca de sus familiares y nos confesó que llevaba dos días sin comer y uno sin dormir…
Afortunadamente, el personal de Cáritas-Guantánamo, con su directora Maribel al frente, está muy activo en ese punto.
Los animadores de las comunidades deben hacer una lista con las personas que necesitan esa ayuda. Por su parte, el camión del Obispado se está moviendo de un lado a otro llevando lo que otras Diócesis nos hacen llegar: galletas, arroz, frijoles, agua, salchichas, sardinas, aceite, jabones, detergente, velas, fósforos, etc.
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Invitar a todos a orar, como lo hizo Moisés, intercediendo por nuestro pueblo (Ex. 17). Pueden surgir muchas iniciativas al respecto. El rosario en familia a la Virgen, Consuelo de los afligidos, podría acompañar estos días.
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No dejar de celebrar la Misa dominical especialmente en los lugares donde se haya caído el templo. Les recomendé apartar un poco los escombros y colocar una mesa que sirva de altar provisional e invitar a los fieles a ir con su sombrilla por si hay lluvia o sol. Debemos tener claro, y que todos lo sepan, que se ha destruido el templo… ¡pero no la Iglesia! Personalmente presidiré la primera Misa de mañana domingo en la Basílica de Baracoa, y las otras dos sobre los escombros de los templos de Cabacú (Baracoa) y Punta de Maisí (junto al Faro).
En estos primeros días, ya se han hecho presentes las muchísimas personas e instituciones que quieren ayudar a nuestra recuperación. Jóvenes de la Catedral y de La Milagrosa, junto con los Padres Jean, Heidel, Yaser y varios laicos, han ido a los lugares afectados a prestar su ayuda. Han prometido su presencia inmediata los jóvenes de Bayamo. En La Milagrosa hoy han cocinado bien temprano unas ollas de arroz con jamonada que las Hermanas Claretianas unidas a las Dominicas del Santo Rosario y a Chebita han distribuido a afectados en Imías. Las Cáritas de las distintas diócesis están enviando donaciones. Los Organismos católicos de ayuda también se han hecho presente. Las llamadas telefónicas vienen de cualquier del país o del resto del mundo brindando su ayuda. Los correos son numerosos y que no he podido contestar aún. ¡La gente es tan buena! Sé que muchas personas, incluyendo a mis familiares, llamaron una y otra vez para tratar de comunicarse conmigo pero en los dos días que pasé en Baracoa no había ningún tipo de comunicación. A todos mi agradecimiento personal.
Rezo por los sacerdotes de la Vicaría de Baracoa-Maisí (Matteo, José, Efrén y Alberto), por las religiosas (Sor Judith, Sor Louise y Sor Dayanis, y el diácono Carreño y su familia. Rezo por tantísimos laicos que están haciendo maravillas. Sé que todos están siendo la mano derecha del Señor que quiere tocar, consolar y ayudar a todos los damnificados. Que Dios les dé fuerza y salud para que sigan haciendo lo que expresan aquellos pensamientos que alguna vez hemos leído: “Dar toda la ayuda que puedan, por todos los medios que puedan, en todas las formas que puedan, en donde puedan, todas las veces que puedan, a todos los que puedan y por todo el tiempo que puedan”.
Se ha vivido un “viernes santo”. La fe nos convence de que habrá un “domingo de resurrección”. Ella será el hilo conductor y la columna vertebral que en estos momentos nos tiene que sostener. Afortunadamente, los cristianos tenemos la suerte de que, gracias a nuestra fe, podemos ver doble, o sea, ver lo que todo el mundo ve pero también ver lo que nadie ve. Y nos pasa como al buen ladrón crucificado junto a Jesús: en medio de la tragedia encontró el camino. Es la salvación de Dios que tenemos que descubrir en este momento donde la tragedia se nos impone y podemos caer en la tentación de no verla.
Guantánamo, 8 de octubre del 2016
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Por último, les comparto los daños a los edificios de la Iglesia conocidos hasta esta fecha:
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Hay 4 iglesias totalmente derrumbadas: Cabacú, Pueblo Viejo, La Tinta y Punta de Maisí.
Hay afectaciones en techos, paredes o ventanas en las Iglesias de Imías, Cajobabo, La Yagruma, Sabana, El Jamal, y la Casa Parroquial de Baracoa así como la Casa de las Hijas de la Caridad en esa ciudad.
LOS MILAGROS, SIGNOS DEL REINO DE DIOS
Los milagros en la vida pública de Jesús brotaban de la fe en Él por parte de enfermos, endemoniados y faltos de confianza en Él. Era la fe de los destinatarios lo que suscitaba la acción del poder divino de Jesús.
Dice un refrán castellano que la “fe hace milagros”..; y es verdad. Era la fe de cuantos suplicaban, lo que suscitaba la intervención extraordinaria de Dios. También es cierto, que gracias a los milagros, “creció la fe de sus discípulos en Él”.
Cuando Jesús realizaba sus milagros, no se proponía hacer alarde de su divinidad y dejar a todos con la boca abierta. Era más bien la manifestación liberadora de que el Reino de Dios había llegado: “los cojos andan, los ciegos ven y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”.
Jesús es SEÑOR de la naturaleza; SEÑOR de la Vida y Salvador de los hombres; vencedor de los demonios y de la muerte. Es frecuente que Jesús diga a quien ha curado de alguna enfermedad y sobre quien ha realizado un milagro: “Tu fe te ha curado”; “tu fe te ha salvado”.
La fe era y es presupuesto esencial y condición indispensable para el milagro, hasta el punto que donde Jesús no encontraba fe, “no podía” hacer ningún milagro. La fe que pedía Jesús como premisa para sus milagros era fe, al menos inicial, en su persona como Mesías de Dios.
El milagro proclama que Jesús es fuente de vida, esperanza y liberación para el hombre amado de Dios. También nosotros, cristianos del siglo XXI hemos de convencernos que Jesús sigue haciendo milagros hoy. Basta que tengamos fe.
El Evangelio nos señala el compromiso que como creyentes tenemos ante el dolor del prójimo. Debemos ser aliviadores e instrumentos de Dios que liberen a los demás del pecado, de la enfermedad, del hambre, la miseria, la ignorancia y la injusticia. La fe nos compromete a fiarnos de Dios y amar al prójimo.
PARROQUIA DE NTRA. SRA. DEL CONSUELO – ALTEA
ESCUELA DE FORMACIÓN CRISTIANA