EL CULTO VERDADERO
Jesús afirma que los ritos religiosos externos, por sí mismos, son incapaces de limpiar el corazón por ser algo que, venido desde fuera, es incapaz de hacer puro al hombre, como tampoco, esos mismos ritos, pueden hacerlo impuro.
El culto “vacío” es aquél que honra a Dios con los labios mientras el corazón está lejos; es la religiosidad de quien se aferra a la seguridad de lo que siempre se ha hecho y desoye la voz de los tiempos por miedo a los nuevos aires; culto vacío que prefiere el tradicionalismo a toda costa, a las ventanas abiertas que traen el aire fresco.
El peligro es colocar esas prácticas rituales o tradicionales por encima de la ley misma de amar a Dios y al prójimo. La verdadera religiosidad no dispensa de este amor, pues lleva la marca que atestigua su calidad de origen, porque une palabra y fe con la práctica de la caridad.
Hemos de incidir en el amor y la fidelidad interior a la voluntad de Dios. Ésta es la manera de adorar a Dios como Él quiere: en espíritu y en verdad, pues no se contenta con la observancia externa y de cumplimiento.
Tendemos a “nadar y a guardar la ropa”, servir al Señor conservando una parcela, lo mayor que se pueda, para nuestro uso personal. Buscamos rebajar las exigencias reales que nos pide el Evangelio. Este tipo de cristianismo sería una caricatura de la Religión. Cuidado con hacer trampas con Dios presentando una religión de pacotilla, refugio de quienes “dicen, pero no hacen”. Revisemos nuestras prácticas religiosas para verificar su validez y autenticidad, para evitar, así, un culto “vacío”.
LAICIDAD Y RELIGIONES EN LA ESCUELA
El panorama de la educación en nuestra sociedad sigue cosechando resultados preocupantes. Diversos indicadores de calidad de la OCDE “Education at a Glance” de hace unos pocos años analizaban algunas señales de calidad facilitando datos comparativos entre España y otros países de la Unión Europea.
En este estudio, se indica que la cuarta parte de nuestros alumnos no culmina la Educación Obligatoria o el 31% de alumnos deja los estudios al acabar la Secundaria Obligatoria, cifra que contrasta radicalmente con el 3% que lo hace, por ejemplo en Alemania.
Nos encontramos con escenarios en los que persiste cierta confrontación en la construcción de la sociedad inclusiva, por ejemplo la temática de la laicidad, el laicismo y las religiones.
La polémica sobre el laicismo y las religiones, que aflora con demasiada frecuencia en el mundo educativo y social, no se reduce sólo a las cuestiones controvertidas que son habitualmente noticia en los medios de comunicación.
Los debates se quedan, en muchos casos en polémicas concretas donde esa polémica de fondo emerge. Sería necesario ahondar en ese debate para alcanzar verdaderos puntos de encuentro y apoyo, no sólo en las cuestiones concretas que se presentan en cada momento.
Habría que encontrar en el ámbito escolar los fundamentos básicos que permitan avanzar en una sociedad plural e inclusiva en la que podamos convivir todos en una sana diversidad cultural y religiosa con nuestras propias identidades.
Esas identidades son necesarias junto al diálogo y comunicación. En este sentido camina la reciente propuesta de la ética mundial que partiendo de los Derechos Humanos sea punto de arranque para todos.
No se trata de un planteamiento pretencioso. Es, más bien, una necesidad de la sociedad de nuestro tiempo. La convivencia, en el marco de la pluralidad y la democracia que vamos conquistando, reclama un mayor esfuerzo de entendimiento entre todos los interlocutores sociales que permita superar situaciones del pasado y construir un marco de mayor encuentro, de tolerancia activa, de laicidad abierta, en definitiva un marco intercultural basado en el respeto y la cooperación.
Sin duda que los términos laico y laicidad contienen un significado positivo cuando hacen referencia a la autonomía del Estado o a la esfera política, e incluso de la sociedad, respecto de la esfera religiosa o a la Iglesia.
Hoy, el cristianismo no se opone a un sano concepto de laicidad cuyo origen histórico no le resulta en absoluto ajeno. En cambio, algunas reivindicaciones propias de sectores que reclaman laicidad sí se oponen en alguna medida a la dimensión pública del cristianismo.
La Iglesia se suma a este entendimiento rechazando toda actitud sectaria y sin encerrarse en la defensa de sus intereses..; pero el entendimiento es tarea de todos. Es una evidencia: en estos debates sobre la laicidad se aterriza con demasiada facilidad en el mundo educativo y en la polémica sobre la religión en la escuela.
La laicidad del Estado es condición y garantía del ejercicio de la libertad religiosa, uno de los derechos fundamentales que el ordenamiento jurídico debe reconocer, garantizar y promover en la ciudadanía. Ello conlleva un principio de mutua cooperación entre el Estado y las confesiones religiosas en el marco de la pluralidad y de la libertad con la debida autonomía y separación de estas realidades.
No es que haya libertad religiosa porque el Estado es laico, sino que el Estado debe ser laico en todo caso, en concreto España, aconfesional, justamente para hacer posible el ejercicio de la libertad religiosa a todos los ciudadanos en condiciones de igualdad. También en el contexto de los centros escolares.
¿A QUIÉN IREMOS?
Si antes fueron los judíos quienes criticaban a Jesús porque dijo que Él es el Pan Vivo bajado del cielo y que les daría a comer su propia carne…, en el Evangelio de este domingo, son los mismos discípulos quienes están defraudados y en crisis.
¿Quién puede hacerle caso? Los discípulos están decididos a abandonarle. Pero Jesús vuelve a repetir: “Os he dicho que nadie puede venir a mi, si el Padre no se lo concede”. Es Pedro, quien en nombre de los doce, en una decisión de fe, afirma: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna: nosotros creemos y sabemos que eres el Santo”
En la vida de todo cristiano hay momentos en que se plantea una crisis de confianza en Jesús, similar a la que sufrieron los discípulos. Cuando nos cansamos de ir a Misa, o nos resulta insoportable tal persona, cuando “pesa” la fidelidad conyugal y familiar.., cuando la duda nos abruma.., cuando lo que dice el Evangelio nos resulta duro e inaceptable con los tiempos actuales. Es, entonces, cuando Jesús nos pregunta: “¿También tú quieres marcharte?”.
El desánimo surge al ver que a cada paso en que caemos, perdemos el compás del Evangelio. Viene el pensamiento de que ser cristiano que aspira a la santidad es para “gente especial”. Así, el miedo al compromiso de seguir a Cristo sin condiciones nos “echa para atrás”.
Y, es que la Palabra de Dios es fuego que quema y viene la tentación de coger el Evangelio con “pinzas” para no quemarnos. No seamos insensatos: las consultas de psicólogos y psiquiatras están llenas, debido a la insatisfacción existencial, la depresión y el vacío.
Bienaventurados quienes caen en la cuenta de que solo Jesucristo llena y responde a las inquietudes reales del hombre. No tengamos miedo. Aunque otros opten por la indiferencia, el ateísmo y el hedonismo consumista.., digamos de verdad: “Señor, ¿a quién iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna”. Creo en ti, sé que eres el Hijo de Dios.
LIBERTAD RELIGIOSA… ¿DÁDIVA DEL ESTADO?
Ocurridos los acontecimientos terroristas del 11S y del 11M, los laicistas más viscerales intentaron vendernos la idea de que la religión es un elemento perturbador de la convivencia y del progreso, por lo que habría que marginarla, cuando no, destruirla.
Al margen de que extremismos hay en todas partes: religión, ideologías de uno y otro signo, política, sociedad con tintes racistas, etc…, es obvio para quien analice objetivamente la historia y el presente del mundo, que la ausencia o el menosprecio de Dios siempre va en detrimento de la dignidad humana, pues sin Dios el hombre no sabe donde ir ni tampoco logra entender quien es. La sociedad que excluye a Dios está creando un humanismo inhumano, pues solamente si aquél está abierto a lo absoluto nos puede guiar en la realización de formas de vida justas en cada momento histórico.
Partiendo del axioma de que “la fe se propone, no se impone”, y de que extremistas y fundamentalistas los ha habido y por desgracia los habrá, no se puede olvidar que en democracia se pone de manifiesto lo importante que es el compromiso, la participación y la libertad de cada ciudadano con sus derechos y con sus deberes.
¿De qué sirve una libertad a la que no le interese la verdad de manera tal que sea algo más que simplemente moverse con soltura, y tenga verdaderamente peso lo que hacemos? Hoy hablamos mucho de libertad, pero no podemos olvidar que la libertad sin la verdad está vacía. “La verdad nos hará libres”.
En auténtica democracia siempre existirá un espacio verdadero en que pueda manifestarse la verdad, para que todos los ciudadanos, actuando como hombres libres sepamos juntos buscar los caminos para el desarrollo, la inclusión social y cultural, así como la participación ciudadana que se compromete en favor del hombre y su dignidad.
Un estado laico, no confesional, o aconfesional.., es democrático si valora y respeta la libertad religiosa como un elemento fundamental del bien común. Todo ciudadano tiene derecho a profesar y practicar la religión que en conciencia le parezca conveniente según sus convicciones. Por ello el Estado no ha de intervenir ni a favor ni en contra de las posibles opciones, salvo que bajo apariencia de religión se actúe en contra de la justicia y de las exigencias de orden público.
Un verdadero respeto a la libertad religiosa y de culto debe permitir que la fe no se reprima a la esfera privada, sino que pueda inspirar todos los ámbitos de la vida. Insisto en reiterar que, la libertad religiosa es fuente de todas las demás libertades que todo Estado tiene la obligación de preservar y promover. Fácilmente puede entenderse desde estos presupuestos que, una laicidad positiva es aquella que garantiza a todo ciudadano el derecho a vivir la propia religiosidad con auténtica libertad, también en el ámbito público.
La prueba fehaciente de la salud democrática de un pueblo y por ello de sus libertades todas, es la valoración y respeto que se concede a la libertad religiosa y de conciencia, y por ello a la opción por la objección de conciencia en ciertos casos y situaciones. Sí; la libertad de conciencia es un pre-requisito para la libertad de la fe religiosa, y ésta, de las demás libertades.
La experiencia de la historia indica que existe una correlación muy alta entre libertad religiosa y la existencia de un Estado democrático que respete la libertad individual, la igualdad, y un régimen de derecho que atienda a los ciudadanos en desventajas sociales.
UNA MUJER “VESTIDA DE SOL”
En la Mujer “vestida de sol”, rebosante de la santidad de Dios, contempla la Iglesia a la Virgen María, glorificada en el cielo en cuerpo y alma. María, por ser la Madre de Dios, habiendo proporcionado al Hijo de Dios la naturaleza humana, no podía estar destinado su cuerpo, como el del resto de los mortales, a sufrir la corrupción del sepulcro. Así lo proclamó Pío XII el 1 de noviembre de 1950.
Si, por su Inmaculada Concepción había sido vencedora del pecado, también junto a su Hijo, debía ser vencedora de la muerte, consecuencia del pecado. Si la Virginidad Perpetua de María fue un privilegio a favor de su dignidad corporal, también como consecuencia de ello no debía padecer la corrupción.
El Apocalipsis nos dice que la Mujer estaba “encinta.. y con ansia de dar a luz”. Nosotros, desde el Bautismo, fuimos acogidos en el seno espiritual de María, a fin de poder “gestarnos” en él, como hijos de Dios, hasta que ella nos de a luz para el Cielo, a la hora de la muerte.
María cuida de nosotros, miembros de la Iglesia, “Cuerpo” de su Hijo Jesucristo, mientras peregrinamos entre los peligros y tentaciones en este mundo. Al contemplar a María en la Gloria del Cielo, comprendemos también que la tierra no es nuestra patria definitiva. Un día compartiremos su misma gloria en el cielo.
María “precede con su Luz al peregrino Pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor”. (L.G. 68)
RELIGIÓN: ¿ EMOTIVIDAD IRRACIONAL?
Las últimas semanas hemos ido celebrando las fiestas de algunos barrios alteanos en honor a diversos santos, y a la espera de poder festejar al Santísimo Cristo del Sagrario y san Blas en nuestras próximas Fiestas Patronales.
Son acontecimientos sociales merecedores de atención de cualquier sociólogo que quiera estudiar el comportamiento “irracional” -dirían algunos-, de centenares de personas de todas las edades que han llenado las Ermitas y se acercarán al templo de Ntra. Sra. del Consuelo. Personas que exteriorizan su vivencia religiosa incluso en las calles. Todo un fenómeno social en un tiempo de secularismo en el que se pretende ahogar todo lo que huela a religión en la esfera pública.
Estos acontecimientos me empujan a ofrecer al lector una reflexión sobre si la fe cristiana es sinónimo de emotividad, sentimentalismo o alienación que aleja al hombre de la realidad social que no gusta o supera. Conviene preguntarse sobre el lugar que ocupa la racionalidad en la experiencia de fe, sobre si tiene cabida la dimensión ética en los comportamientos, influyendo en la vida personal, familiar, profesional y social del creyente.
El cristianismo de los primeros siglos cambió el mundo antiguo porque convencía por su coherencia y vinculación de la fe con la razón y por las consecuencias sociales (caritas) de quienes profesaban la fe de Cristo. Fue una auténtica “revolución” la solicitud de las comunidades cristianas por los que sufrían, por los pobres y por los débiles; fue un revulsivo su concepción de la vida incluso no nacida o del respeto hacia los mayores o del mismo matrimonio, superando todas las fronteras de clases sociales.
El cristiano de convicciones firmes, enraizado en la verdad del evangelio, es aquél que se encuentra con el Dios vivo al que acoge intelectualmente, aún reconociendo que le sobrepasa y desborda por la concentración de toda la moral en el doble mandamiento del amor a Dios, y del amor al prójimo que se traducen en acciones sociales.
La emotividad y sensibilidad religiosa a flor de piel vivida estos días de Fiestas, no pueden quedar en eso. Es necesario que la razón y la inteligencia entren en acción para no caer en fideísmos estériles, emotividad y fundamentalismo frustrante, que oscurezcan la verdad evangélica del amor sincero y verdadero a Dios o a su Madre, la Virgen, e incluso a los santos. Esta religiosidad debe convertirse en amor y compromiso con la propia vida y con la sociedad.
El papel de la razón es vital para esclarecer las verdades de la fe, mostrando cómo éstas, guardan coherencia interna y en nada se oponen a los datos de la ciencia y de la filosofía verdaderas. La “fe del carbonero”, es decir la fe no formada ni pensada, nunca ha sido válida, y menos en estos tiempos, pues está expuesta a excesos que nada tienen que ver con el cristianismo.
Es verdad que la fe es un “don” gratuito de Dios. Pero es vital para la propia experiencia personal la aceptación intelectual y de corazón junto a la fuerza divina. El vigor del cristianismo consiste en su síntesis entre la razón, la fe y la vida. Pero, ¿es siempre vivida así por cuantos nos llamamos cristianos? ¿es así en cuantos consideramos a Cristo y a María objeto de nuestra devoción y de nuestra fe?
Hay que preguntarse si el creyente busca o no, la Verdad; no verdades pequeñas y subjetivas que ofrece el relativismo ambiental, sino la VERDAD con mayúscula. ¿Cómo ser devoto del Santísimo Cristo del Sagrario, que se define a sí mismo en el Evangelio como “Yo Soy la Verdad”, con una razón enferma, una religiosidad y una vida opuesta a lo que se dice creer?
La coherencia es esencial para vivir como cristiano. No podemos dar por bueno ser “devoto” o religioso porque sensiblemente así me siento bien, y aceptar vivir al mismo tiempo una existencia inmoral e injusta alejada de la fe objetiva que se dice profesar.
Seamos razonables. La fe no formada y alejada de la vida eclesial está expuesta a extremismos de todo tipo, 1) a una espiritualidad desencarnada alejada de los problemas de los hombres (religión opio del pueblo).., 2) o por el contrario, convertir la fe en ideología partidista dejando al margen la salvación que nos trae Jesucristo: liberación del mal, del pecado y de la muerte.
El papel de la razón y de la inteligencia instruida es muy importante para vivir la fe seria y responsablemente, sobre todo hoy, ante las embestidas del ateísmo, de la religiosidad descafeinada y a la carta, del fenómeno de las sectas, de la New Age, de la indiferencia y de los ataques viscerales de los “mas media”. La irracionalidad es contraria a la fe cristiana.
José Abellán Martínez
A VUELTAS CON EL PAN DE VIDA
Jesús se autodefine como el pan que da vida eterna al que lo come. Ésa es la diferencia con el maná que comieron los israelitas en el desierto que, además de ser pan perecedero, no pudo impedir la muerte de quien lo comía.
Jesús declara: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Así se anuncia cuando Dios proveyó a la debilidad del profeta Elías con pan y agua, un alimento tal que con su fuerza pudo caminar cuarenta días hasta el Horeb.
Hoy, demasiados cristianos están cansados en su fe. Fijándonos en el caso de Elías en la primera lectura de la Misa de este domingo, tiene eco en nuestra situación personal y como miembros de la Iglesia. Crece por doquier el “desierto” de la increencia, se hace muy duro vivir la fe en el mundo actual, en el que se rechaza a Dios, a Jesucristo nuestro Salvador, se ridiculiza a la Iglesia.., y la fe deja de ser para muchos bautizados razón para vivir y sin apenas influencia “revulsiva” en la decadente sociedad en la que vivimos.
Son tiempos en los que se nubla el amor auténtico, las razones para creer, la esperanza y la ilusión de evangelizar. Pero, si somos cristianos auténticos, seremos capaces de realizar con éxito y superar el desierto cultural y social.., sin desfallecer, como generaciones anteriores de cristianos lo hicieron.
La fuerza, cuando parece que nada tiene interés o que todo está perdido, es la confianza y fidelidad de Dios para con nosotros, y la entrega de los cristianos a Jesucristo que nos ha prometido estar con su Iglesia hasta el fin del mundo. Tenemos la energía de un alimento que puede vigorizarnos si escuchamos a Dios y creemos en Jesucristo, palabra del Padre y “Pan de Vida”. Fe y Eucaristía; Fe y Caridad; Fe y Compromiso en la Evangelización. ¡Ánimo; Yo he vencido al mundo!
PRESENTACIÓN DE LA EXHORTACIÓN EVANGELII GAUDIUM
PAPA FRANCISCO (4 Y ÚLTIMA)